Entrevista: Amalia Kassai
De pelo largo y castaño y ojos almendrados, la actriz Amalia Kassai se ha transformado en todo un dolor de cabeza para quienes siguen la teleserie Casa de Muñecos, de Mega. Su personaje, Almendra, la hija rebelde de Octavio (Paulo Brunetti), apareció en medio de la historia y se ha hecho conocida por su intensidad y dramatismo.
El papel marca una nueva etapa actoral para Amalia, quien se reencontró con el público chileno después de haber vivido y experimentado el mundo teatral de Alemania. “Es mi primera teleserie aquí y ha sido muy bonito. Me tocó un grupo humano increíble, desde los colegas actores hasta el equipo técnico”, dice, y luego arregla su chasquilla perfectamente cortada.
De padre húngaro y madre chilena, Amalia nació en Alemania y llegó a nuestro país a los 11 años, con una educación bilingüe y una mirada distinta sobre la sociedad. Un cambio cultural que no fue fácil, pero que sorteó gracias a su familia y al colegio que la recibió. “Siempre fueron muy amorosos y también apoyadores cuando decidí estudiar una carrera no tradicional como Teatro”, comparte. Resuelta y decidida desde pequeña, decidió estudiar Teatro en la Universidad Mayor, de la que egresó con ansias de más. Luego de haber trabajado en varios proyectos teatrales y grabado series de televisión en Chile, decidió regresar a Alemania, donde no solo experimentó el mundo cultural de Berlín, sino que también fue madre de Celeste. Una etapa que ella califica de enriquecedora por los proyectos en los que trabajó y el mundo que conoció. Hoy, acá y con diversos proyectos en rodaje, Amalia dice estar disfrutando de su primer papel en teleserie. Un rol que ha generado reacción entre los espectadores, que ya la reconocen en la calle y se acercan a ella para darle todo tipo de consejos.
Es muy bonito y estoy muy agradecida de ello. Almendra es un personaje confrontacional y no la quieren a la primera porque es muy conflictiva; sin embargo, tiene un lado muy sensible y todo lo que hace es porque busca cariño. La gente empatiza con ello y eso lo agradezco. Estar en televisión conlleva una exposición que otros trabajos no tienen en Chile… En Alemania, por ejemplo, la gente sí para a un actor de teatro en la calle.
He tratado de ser un aporte y por eso creé la academia de actuación en la Escuela de Cine. Armé la malla y convoqué a los profesores. Quiero transparentar la información que yo tengo a las nuevas generaciones de actores para que se especialicen y tengan clases con las mejores personas de este país. Quiero compartir esa información que yo nunca tuve. Cuando yo estudié las personas que tenían información de casting se las guardaban para ellos. En cambio, yo iba y le contaba a mi compañero. Después me di cuenta de que nadie más lo hacía. Cuando estuve en Alemania realicé un diplomado en Cine y Televisión y aprendí que para ser un buena actriz frente a la cámara no bastaba solo con serlo, sino que también entender que una es parte de un engranaje.
La mayoría está criado desde un lugar de competencia. Por eso yo a mi hija la estoy guiando desde el amor, la comprensión y la empatía. No desde la individualización del sujeto. Somos todos entes responsables socialmente. Además de la teleserie y la Escuela de Cine, Amalia ha estado con funciones de la obra ‘Cuestión de Principios’, en la que comparte escenario con Alejandro Goic. La trama de la historia es el reencuentro de un ex revolucionario político con su hija, quien resintió el abandono de su progenitor.
Ha sido un gran placer trabajar con él… Es una persona muy generosa. La obra es muy contingente porque trata del plebiscito del 88, que fue conmemorado el año pasado. Hablamos todo el tiempo los dos en el escenario… No hay vestuario, no hay escenografía, son dos sillas y nosotros. Es pura verdad en escena. Además, en la adaptación chilena de la obra se mezclaron muchos datos biográficos de nosotros: Alejandro aportó desde el lugar de exrevolucionario, y el director y yo desde la calidad de hijos de exrevolucionarios.
Se emocionan y lloran. Es muy bonito lo que sucede porque la obra habla de una reconstrucción de la historia y de la memoria. La otra vez se acercó una niña que debe haber tenido mi edad y me dijo: ‘Esta obra es la historia de mi vida. Yo soy tú, a mi papá lo tomaron detenido, lo desaparecieron, sufrí y lloré. Gracias por esta obra’.
Este 2019 debería estrenarse la serie ‘Helga y Flora’, en Canal 13, una producción que cuenta la historia de las dos primeras policías chilenas. Yo interpreto a Helga y Catalina Saavedra, a Flora. Además, en abril voy a grabar una película sobre Colonia Dignidad que se llamará ‘La Sombra de los Árboles’, una coproducción de Chile con Alemania, Francia, Argentina y Colombia. En el filme interpretaré a Gisela, una enfermera alemana que nació y creció en la colonia.
Él nació en Hungría, pero creció en Alemania. Ella nació en Chile y decidió autoexiliarse en Alemania y estudiar una segunda carrera allá. Ella se llamaba María Soledad, nombre que le pareció curioso a él, que por ese entonces leía Cien Años de Soledad. Tan curioso encontró que alguien se llamara Soledad que él decidió conocerla. Tiempo después de ese encuentro surgió una relación que dio origen a Amalia, una niña despierta y con gran interés por el mundo. Amalia vivió en Alemania hasta los 11 años, momento en que sus padres decidieron retornar a Chile para que sus hijas generaran lazos afectivos con su familia materna. El cambio fue difícil para la actriz, quien recuerda algunas situaciones que le parecieron particulares. “Lo primero que me pareció extraño era que el profesor de Historia nos preguntaba quién era de derecha y quién era de izquierda. Yo me quedé para adentro con eso. También me marcó la diferencia de género que había en este país… Que las niñas eran muy niñas y tenían un código de cosas y envidias que me costó entenderlas.
Tenía muchos amigos hombres, más que niñas. Después me hice de amigas.
Mientras viví en Berlín vi a muchos niños madurando demasiado rápido. Yo tenía amigos allá que estaban en la onda de fumar, ir a fiestas y otras cosas. Cuando yo llegué a Chile mi infancia era estar arriba de los árboles, lo que fue muy bueno.
Fui muy rebelde, porque estaba en búsqueda de mi identidad. Además, siempre he sido extravagante para vestirme y nunca me ha importado mucho el qué dirán. Entonces, se me dio naturalmente la decisión de estudiar Teatro.
Mis papás se separaron cuando estaba estudiando Teatro y mi padre decidió volver a Alemania. Estando allá se enfermó de cáncer. Entonces, una vez que terminé mi carrera y trabajé un tiempo quise regresar para estar con él y fue la mejor decisión porque lo pude acompañar. No nos veíamos tan seguido como lo hacen las familias latinoamericanas, pero sí estuve con él.
Creo que los duelos abren un lugar en ti y te hacen mejor persona, te hacen empatizar con otros desde un lugar que no tiene que ver con la razón. Obviamente que la ausencia de él me da nostalgia. Recuerdo que un día que estaba en un tren yendo hacia mi trabajo en Alemania y miré por la ventana y vi cómo un señor abrazaba a su hija y nieta. En ese momento pensé que esa situación nunca la iba a poder vivir con mi hija.
Sí, incluso tengo un video de ella yéndolo a ver al hospital y se acuerda. Es lindo mantener el recuerdo y hablar las cosas.
Es una niña impactante, chistosa, y siempre me ha acompañado en todo. Estoy enamorada profundamente de ella y agradecida de que haya llegado a mi vida.